jueves, 24 de enero de 2008

Poesía sin fin...

Hemos jugado con el cabello tupido de la noche
con las alegres lámparas de aceite,
con el pasto encendido en noviembre.

Las aves erguían su vuelo
y los colores de nuestra tristeza palidecían…
mis manos duras y torpes,
mis ojos de gallo,
mi alegría rápida… Todo fue muriendo
como lo hacen en las praderas.

¡haz aniquilado el aire!
y tu marcha de procesión devastó el nido
y el viento se embriagaba
en la fiesta de atardeceres
y no podía ni causar remolinos.

Tu cuerpo rompía todo los cristales,
entrabas furiosa
a cambiar estaciones
¡y mi cuerpo socavo soportaba
al demonio, que
quieto miraba mi posición de invierno!.

Y el contrapunto…y el combustible de granizo…
que opacaban lento la tristeza infinita
mato a los relojes mientras pasaban estaciones de cuerpo, tierra húmeda y polvo fino

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